lunes, 28 de marzo de 2011

EL ANTISEMITISMO "BLANDO" O "POLITICAMENTE CORRECTO".

Les invito a compartir la experiencia de abrir cualquier peródico español, por ejemplo "El Mundo", "El País", "ABC" o "La Vanguardia" que son los más influyentes. Busquemos alguna noticia de Israel y fijémonos bien en los comentarios de los lectores españoles. Encontraremos de todo, desde unos pocos que defienden el derecho de Israel a existir y a defenderse, otros que insultan con los más clásicos y arcaicos tintes antisemitas y otros que enarbolan un antisionismo furibundo. Estos últimos son muy dados a añadir la coletilla "y no soy antisemita".
Del antisemitismo clásico no hay mucho que decir. Lo hemos experimentado de una manera o de otra y sabemos que para eso no existe un antídoto eficaz que nos libre de él.

Como bien dice Gustavo Perednik en "España descarrilada":


"Los judíos fueron acusados por los nacionalistas de ser generadores del comunismo; por los comunistas de regir el capitalismo. Si viven en países no judíos, son acusados de dobles lealtades; si viven en el país judío, de ser racistas. Cuando gastan su dinero, se les reprocha ser ostentosos; cuando no lo gastan, ser avaros. Son tildados de cosmopolitas sin raíces o de chauvinistas empedernidos. Si se asimilan al medio, se les acusa de quintacolumnistas, si no, de recluirse en sí mismos".

Parecía que después de la Segunda Guerra Mundial y los horrores del Holocausto, el antisemitismo casi que desaparecería, pero no, los antisemitas clásicos aunque en número mucho más reducido continuaron en sus trece, algunos llegando a negar total o parcialmente el genocidio ocurrido en Europa, minimizando el númnero de víctimas judías o acusando incluso a los judíos de haber llevado a Hitler al poder. Otros que pensaban como ellos se mordieron la lengüa para no ser vistos como fascistas o nazis.

Pero ya a mediados de los años 60 comienza a tomar el relevo lo que se conoce como antisionismo. Y la pregunta es ¿por qué no existía ese antisionismo desde 1897 cuando se celebró su primer congreso y se hizo público su programa? Pues precisamente desde 1897 hasta 1948 el sueño principal de los sionistas, la fundación de una patria judía en lo que fuera la tierra de nuestros antepasados no había podido concretarse. Loa judíos aún eramos débiles, estábamos aún "al alcance de la mano".

Con el nacimiento del Estado de Israel hubo una oleada de simpatía mundial hacia el pueblo judío pero sin que faltaran los que ya desde ese momento cuestionaban la legitimidad de que los judíos nos asentaramos en una tierra que ya estaba ocupada. Estos antisionistas siguen existiendo hoy y alentados y presionados por el mundo árabe, llegaron a cobrar una fuerza tan considerable que culminó en una resolución de Naciones Unidas equiparando el sionismo con racismo.

Tanto al nuevo como al viejo antisemita les irrita en lo más profundo el judío que se defiende y que se ha hecho fuerte. Prefieren al judío dócil, con la cabeza gacha e inerme ante los insultos y la violencia.

Los antisionistas juran que no son antisemitas, tratan desesperadamente de separar los dos términos valiéndose de la semántica pero en el campo de lo justo y lo moral no pueden hacerlo. Rechazan ser antisemitas pues eso les coloca un signo de "no políticamente correctos". Echan mano del manoseado pretexto del Pueblo Palestino para restarnos moral, legitimidad, asumir que actúan ante todo por humanismo para a fin de cuentas, regresar al viejo antisemitismo. Es como que nos ofrezcan ácido nítrico en un pote de mermelada de cerezas. No hablan jamás de pedir cuentas al régimen chino por los millones de muertos a sus espaldas y por la usurpación del Tíbet, no piden cuentas a Mugabe en Zimbabwe, a Ghadafi en Libia, al régimen de Corea del Norte, a Ahmadineyad en Irán, no, a esos no.

Tenemos el caso de Helen Thomas quien durante años fuera la corresponsal por excelencia de la Casa Blanca, la primera en hacer las preguntas al presidente y al portavoz y con una influencia considerable en el periodismo norteamericano. Thomas, de raíces árabes, no escatimó muchos esfuerzos por hacer siempre preguntas y comentarios que justificaban en mayor o menor medida los actos terroristas contra los israelíes. Finalmente dejó caer sus comentarios que cuestionaban la existencia del Estado de Israel en público y al presidente Obama, por más que le gustara la Thomas, no tuvo otra opción que cesarla. La señora Helen Thomas opina una y otra vez que los judíos no tenemos nada que hacer en Israel y que por tanto no había ninguna necesidad de crear un Estado para nosotros pues "ya no estábamos oprimidos ni sometidos en los países donde vivíamos". Thomas no es la única en sustentar esta teoría. Ni ella ni los que la proclaman abren la boca para mencionar países o territorios con mucha más cuestionabilidad como Jordania, Pakistán o Kosovo, o sea, todos tienen derecho a reclamar, los judíos no. De modo que para ellos mejor debimos quedar apaleados y contentos. El antisemitismo aún persiste en todos esos "países donde vivíamos", ya sea como antisemitismo clásico en sus formas más descubiertas o las más solapadas. ¿Ocurriría un nuevo holocausto? ¿sí? ¿no?. Yo prefiero no apostar, no esperar y sí retornar al país donde sé que por judío no me van a apalear, calumniar o considerarme de segunda y donde nadie cuestionará mi lealtad. No escogimos un territorio cualquiera, escogimos un territorio con el cual tenemos raíces geográficas, culturales, históricas, religiosas y sentimentales, una tierra más que documentada hasta la saciedad en cuanta escritura judía vió la luz desde el comienzo de la diáspora. La Diáspora no fue una dispersión a voluntad, no fue un picnic de 2000 años, fue un destierro forzado, una expulsión y no como personas libres sino primero como esclavos y alimento de leones en el coliseo romano y después como parias, como combustibles para las hogueras de la Inquisición y como chivos expiatorios de cuanto gobernante incapaz y de cuanto tirano o turbas embrutecidas y enfurecidas necesitaba darle salida a sus problemas de todo tipo. En la mayoría de los textos judaicos, en el Libro más sagrado, El Tanaj, (Pentateuco) el cual es origen de nuestra esencia como Pueblo, podemos encontrar una y otra vez la constante de la Tierra de Israel y en cada uno de nuestros libros de oraciones el fuerte deseo del retorno a Sión, a Jerusalem. Por cierto, en el Corán no se menciona. Pocos pueblos han tenido un vínculo tan fuerte con una tierra y una necesidad tan imperiosa de ella. No es correcto afirmar que "vinimos" a Israel, puesto que "regresamos" y pese a quien le pese, para quedarnos.

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