domingo, 20 de junio de 2010

EL REBOTE DE LOS CORRUPTOS

La corrupción es un enómeno que tristemente afecta a la sociedad israelí.
Muchos de los que hoy peinan canas recuerdan con nostalgia otros tiempos que aseguran fueron mucho mejores. Se trataba de un sistema donde la impronta socialista estaba aún muy reflejada. De todas formas, quiero aclarar que el fenómeno de la corrupción no es un fenómeno exclusivamente capitalista o socialista, derechista o izquierdista y por supuesto, en los extremos de la brújula política: las dictaduras. Se dá en cualquiera de los sistemas solo que con sus características propias de acuerdo a la idiosincracia del país, el nivel de desarrollo y la transparencia de las instituciones.
Hay personajes de vida pública israelí que han sido verdaderos ejemplos de honradez, como es el caso del propio Primer Ministro David Ben Gurión, que vivía en una humildísima casita en el kibutz de Sde Boker o Menajem Begin con su sencillo piso en Tel Aviv.
El escritor Abraham Ben Yehoshúa, atribuye este fenómeno en la sociedad israelí al haberse permeado por la colonización de los territorios ocupados, o sea, que el aparato colonial judicial paralelo, contaminó al del Estado. Otros consideran erróneamente que es a causa del auge capitalista y quienes decididamente lo achacan a una imperfecta fusión cultural.
Pero apartándonos de las causas, algo sí es seguro: la corrupción es un mal tan grave que pudre a toda la sociedad como un cáncer maligno y que a veces puede llegar a ser fulminante. La prensa corre desaforada a testimoniar los casos más conocidos como los del expresidente Katzav, acusado nada menos que de violador serial, del exprimer ministro Olmert, del exministro de finanzas Hirschson u otros sonados casos de desfalco como el del Banco Comercial hace unos años.

Indices de transparencia a nivel internacional. Los valores menores (en amarillo) corresponden a los países con una mejor situación respecto a la corrupción.

Israel se caracteriza por ser un lugar increíblemente poco violento si lo comparamos incluso con naciones que gozan de un excelente standard en ese aspecto. En cambio, el mal que nos ha atrapado es el de los corruptos. Pero lo más preocupante es cuando las voces callan, cuando la prensa persigue solo el caso "sensacional" que en cuestión de días o meses ya puede dejar de serlo y otros quedan en la impunidad. Es paradójico ver aún sentado en el parlamento a Tzaji Hanegbi que ha estado acusado de tráfico de influencias, o ver a Israel Katz, reputado como uno de los políticos más corruptos del país, rebotar del Ministerio de Agricultura al de Transporte. La reacción en cadena se produce por el desencanto y la falta de confianza del los ciudadanos en políticos que debieran ser sus representantes y a los que no sólo ven como corruptos, sino que ven como salen indemnes y limpios de sus retozos en el barro. En otros tiempos, los acusados de corrupción, tenían aún sentido de la vergüenza y llegaron a suicidarse. No aplaudo el suicidio como una "limpieza de honor", ya que estar muertos no nos exime de culpa, sólo la evita, de una manera trágica, eso sí. Pero ya nadie se suicida, ni siquiera se sonroja.


Veamos un caso clásico. En una dependencia del Ministerio de Agricultura un funcionario durante años gozó de total impunidad. A pesar de no ser el director general de la institución y de no contar con los conocimientos de su cargo, era quien de facto la dirigía. Nombraba, cambiaba, sustituía a criterio propio. Los nombramientos de trabajadores que pasaban a ser fijos, los recibía desde la oficina central de Jerusalem pero no los hacía efectivos sino que los guardaba bajo su mesa para utilizarlos a conveniencia para premiar lealtades o castigar a quienes no le fueran leales. Al parecer, quien estaba dispuesto a adularle y ser uno de sus incondicionales, recibía el nombramiento, los otros no. Había nombramientos retenidos por más de tres años. Todo el que recibía su plaza fija miraba hacia el otro lado. Además había colocado familiares suyos como trabajadores, lo cual está estrictamente prohibido. Finalmente, y después que el ministro Israel Katz dejase su cargo, los rumores o alguna denuncia llegaron a oídos receptivos y se inició una investigación. El sujeto de marras presionó sin disimulo para evitarla, llegando al extremo de redactar una carta donde los trabajadores afirmaban no estar de acuerdo con que se efectuara la investigación y la hizo circular con nombres y apellidos y espacio para la firma. Quienes no firmaran, sabían que sufrirían las consecuencias, de una manera u otra. Sólo un puñado de trabajadores no la firmó entre ellos uno que se atrevió a desafiarlo públicamente y a quien posteriormente el sujeto amenazó telefónicamente. El individuo estuvo retenido por la policía, pero al final fue enviado a casa, lo que en Cuba se conoce como "plan pijama". Desde que ese señor no está en su puesto, diversos beneficios que se otorgan a los trabajadores del Estado, comenzaron a aparecer como por arte de magia, entre ellos los nombramientos como trabajadores fijos, lo que demuestra que además del abuso de poder ha habido manejos de dinero.

Lo que nos enseña esta historia real es que no siempre las investigaciones llegan al fondo y los justos castigos no tienen efecto. El sujeto continúa viviendo en su villa, disfrutando con lo que le ha proporcionado todo el dinero que probablemente robó. Y eso no es todo. Quienes con toda seguridad deben haberle apoyado o participado en sus fraudulentas movidas (presumiblemente los departamentos de personal y finanzas) siguen en sus puestos. Un corrupto no puede actuar sólo, necesita ayudantes, cómplices, gente a la que previamente ha corrompido o influenciado para poder tejer su telaraña.

Saber las causas de la corrupción, claro que ayuda a combatirla, pero la corrupción entra en la categoría de actitudes delictivas en las que lo que más ayuda a combatirlas es la penalización, el castigo ejemplar. A más impunidad y menos castigo, más corrupción y por tanto un retroceso de la sociedad a todos sus niveles: económico, político, social, moral y cultural.

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